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que infundió Dios sueño en Adan, y que estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual formó á nuestra madre Eva, y asi como Adan despertó y la miró dijo: esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos. Y Dios dijo: por esta dejará el hombre á su padre y madre, y serán dos en una carne misma; y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio con tales lazos que sola la muerte puede desatarlos. Y tiene tanta fuerza y virtud este milagroso sacramento, que hace que dos diferentes personas sean una misma carne; y aun hace mas en los buenos casados, que aunque tienen dos almas no tienen mas de una voluntad; y de aqui viene que como la carne de la esposa sea una misma con la del esposo, las manchas que en ella caen, ó los defectos que se procuran, redundan en la carne del marido, aunque él no haya dado, como queda dicho, ocasion para aquel daño: porque asi como el dolor del pie ó de cualquier miembro humano le siente todo el cuerpo por ser todo de una carne misma, y la cabeza siente el daño del tobillo sin que ella se le haya cansado, asi el marido es participante de la deshonra de la muger por ser una misma cosa con ella; y como las honras y deshonras del mundo sean todas y nazcan de carne y sangre, y las de la muger mala sean de este género, es forzoso que al marido le quepa parte de ellas y sea tenido por deshonrado sin que él lo sepa. [1]

  1. Este artículo pudiera titularse el código de los casados de ambos sexos. Su autor lo fue y conoció muy bien la esencia de este citado, sus ventajas y tambien los riesgos que le son anejos cuando nos lleva á él el momentáneo capricho de una pasion. Sin quitar nada en el segundo pensamiento á la libre eleccion de los hijos, declara lo importante que suele ser para el acierto la autoridad de los padres.