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armas desde los pies á la cabeza; y ya no hay quien sin sacar los pies de los estribos, arrimado á su lanza, solo procure descabezar, como dicen, el sueño como lo hacian los caballeros andantes: ya no hay ninguno que saliendo deste bosque entre en aquella montaña, y de alli pise una esteril y desierta playa del mar, las mas veces proceloso y alterado, y hallando en ella y en su orilla un pequeño batel sin remos, vela, mástil ni jarcia alguna, con intrépido corazón se arroje en él, entregándose á las implacables olas del mar profundo, que ya le suben al cielo y ya le bajan al abismo, y él, puesto el pecho a la incontrastable borrasca, cuando menos se cata se halla tres mil y mas leguas distante del lugar donde se embarcó, y saltando en tierra remota y no conocida le suceden cosas dignas de estar escritas, no en pergaminos, sino en bronces.


Si no díganme, ¿quien mas honesto y mas valiente que el famoso Amadís de Gaula? ¿quien mas discreto que Palmerin de Inglaterra? ¿quien mas acomodado y manual que Tirante el Blanco? ¿quién mas galan que Lisuarte de Grecia? ¿quién mas acuchillado ni acuchillador que don Belianis? ¿quién mas intrépido que Perion de Gaula? ó ¿quién mas acometedor de peligros que Felixmarte de Hircania? ó ¿quién mas sincero que Esplandian? ¿quién mas arrojado que don Cirongillo de Tracia? ¿quién mas bravo que Rodamonte? ¿quién mas prudente que el rey Sobrino? ¿quién mas atrevido que Reinaldos? ¿quién mas invencible que Roldan? y quien mas