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virtud, la arrogancia de la valentia, y la teórica de la práctica de las armas.


Ni todos los que se llaman caballeros lo son de todo en todo, que unos son de oro, otros de alquimia y todos parecen caballeros, pero no todos pueden estar al toque de la piedra de la verdad: hombres bajos hay que rebientan por parecer caballeros; y caballeros altos hay que parece que á posta mueren por parecer hombres bajos: aquellos se levantan ó con la ambicion ó con la virtud, estos se abajan ó con la flojedad ó con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras de caballeros tan parecidos en los nombres, y tan distantes en las acciones.


Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero, sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortes, comedido y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y sobre todo caritativo, que con dos maravedis que con ánimo alegre dé al pobre, se mostrará tan liberal como el que á campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes, que aunque no le conozca deje de juzgarle y tenerle por de buena casta; y el no serlo seria milagro.


Bien parece un gallardo caballero á los ojos de su rey en la mitad de una gran plaza dar una lanzada con felice suceso á un bravo toro: bien parece un caballero armado de resplandecientes