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Levántase uno de estos agoreros por la mañana, sale de su casa, encuéntrase con un fraile de la orden del bienaventurado San Francisco, y como si hubiera encontrado con un grifo vuelve las espaldas y vuélvese á su casa. Derrámasele al otro Mendoza la sal encima de la mesa, y derrámasele á él la melancolia por el corazon, como si estuviese obligada la naturaleza á dar señales de las venideras desgracias con cosas tan de poco momento como las referidas. El discreto y cristiano no ha de andar en puntillos con lo que quiere hacer el cielo. Llega Scipion á Africa, tropieza en saltando en tierra, tiénenlo por mal agüero sus soldados; pero él abrazándose con el suelo, dijo: no te me podrás huir, Africa, porque te tengo asida y entre mis brazos. [1]

  1. Tambien es un achaque de la humana miseria la vana creencia en casuales acontecimientos, como los que tan justamente censura aqui Cervantes; pero por una fatalidad inherente, por decírlo asi, á nuestra nacion, parece que se han empeñado los escritores estrangeros, por lo general mal informados de nuestras costumbres, en atribuir casi esclusivamente á la España esta debilidad comun á las otras naciones. En Francia cree el vulgo en el Loup garu. Los Vampiros dominan la imaginacion de muchísimos habitantes del norte, y he visto no lejos de Paris gentes que se hubieran graviado de que se las reputase vulgo rehusar sentarse á una mera por ser trece el número de convidados, persuadidos de que infaliblemente moriria uno de ellos en el término de aquel año. ¿Pero qué tiene esto de maravilloso cuando hasta los que han querido renombrarse filósofos han pagado este triste tributo a la miseria humana? El famoso Helvecio ateo decidido y autor del libro L' sprit, estaba casado con una señora muy devota, y cuantas veces se veia en algun apuro domestico ó social, del que deseaba salir, suplicaba ahincadamente á su esposa que orase á tal ó cual santo para que le remediase en aquel paso.