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AFRENTA.

Las mugeres, los niños y los eclesiásticos, como no pueden defenderse aunque sean ofendidos, no pueden ser afrentados, porque entre el agravio y la afrenta, hay esta diferencia, como mejor vuestra escelencia sabe. La afrenta viene de parte de quien la puede hacer, y la hace y la sustenta; el agravio puede venir de cualquier parte sin que afrente. Sea ejemplo: está uno en la calle descuidado, llegan diez con mano armada, y dándole de palos, pone mano á la espada, y hace su deber; pero la muchedumbre de los contrarios se le opone, y no le deja salir con su intencion, que es de vengarse: este tal queda agraviado, pero no afrentado; y lo mismo confirmará otro ejemplo: está uno vuelto de espaldas, llega otro, y dale de palos, y en dándoselos huye y no espera, y el otro le sigue y no le alcanza: este que recibió los palos recibió agravio, mas no afrenta; porque la afrenta ha de ser sustentada. Si el que le dió los palos, aunque se los dió á hurta cordel, pusiera mano á su espada, y se estuviera quedo haciendo rostro á su enemigo, quedára el apaleado agraviado y afrentado juntamente; agraviado, porque le dieron á traicion; afrentado, porque el que le dió sustentó lo que habia hecho, sin volver las espaldas y á pie quedo: y asi segun las leyes del maldito duelo, [1] yo puedo estar agraviado, mas no

  1. No puede darse adjetivo mas adecuado que el de maldito á un abuso de la razon y de los principios sociales como el del duelo. No es dable concebir en el presente siglo de luces tamaña contradiccion entre la filosofía y una práctica tan bárbara en la que quiere constituirse el pundonor, á no ser confesando las miserias anejas á la condicion humana.