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en vida, y no en vida que se acaba sino en la que no tendrá fin.


No pueden las tinieblas de la malicia ni de la ignorancia encubrir y escurecer la luz del valor y de la virtud.


Mira, Sancho, si tomas por medio á la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para que tener envidia á los que los tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale. [1]

  1. Al nombrar á la virtud, se ofrece inmediatamente por sí misma al pensamiento la imagen de Fenelon. En aquella obra que es el catecismo de los monarcas y cuyos preceptos bien seguidos harian la dicha de los tronos y de los pueblos esclama: "¡Dichosos los hombres á quienes la virtud se muestra tan hermosa como es! ¿Se podrá verla sin amarla? ¿Se podrá amarla sin ser feliz?»
    Lleva la verdadera virtud en sí misma un candor y una dignidad que nada es capaz de contrahacer y en las que no puede uno equivocarse con tal que las estudie atentamente.
    En otra obra no menos preciosa hace la siguiente reflexion: Despues de tantos años en que domina el vicio, aun es llamada la virtud, virtud.... no ha habido jamas hombre en el mundo que haya conseguido persuadir que es mas estimable ser engañador que sincero; ser arrebatado y malévolo que moderado y benéfico.


VIZCAINO.

Oyendo lo cual Sancho dijo: ¿quién es aquí mi secretario? y uno de los que presentes