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XVIII


vernos en una espantosa anarquía, y atacarnos divididos y debilitados.

Ellos han faltado con infamia y verguenza indecible à quantas capitulaciones les hemos concedido en repetidas veces, que los hemos tenido debaxo de la espada: hicieron que volviesen à tomar las armas quatro mil hombres que se rindieron con su general Tristan en el combate de Salta, à quienes generosamente concedió capitulación el general Belgrano en el campo de batalla, y mas generosamente se las cumplió, fiando en la fé de su palabra.

Ellos nos han dado à luz un nuevo invento de horror , envenenando las aguas y los alimentos, quando fueron vencidos en la Paz por el general Pinelo; y à la benignidad con que los trato este, después de haberlos rendido à discreción, le correspondieron con la barbarie de volar los quarteles que tenian minados de antemano.

Ellos han tenido la baxeza de incitar à nuestros generales y gobernadores, abusando del derecho sagrado de parlamentar para que nos traicionasen, escribiéndoles cartas con publicidad y descaro à este intento. Han declarado que las leyes de la guerra observadas entre naciones cultas, no debían emplearse con nosotros; y su general Pezuela, después de la batalla de Ayouma , para descartarse de compromisos, tuvo la serenidad de responder al general Belgrano, que con insurgentes no se podian celebrar tratados.

Tal era la conducta de los españoles con nosotros, quando Fernando de Borbón fué restitui- do al trono. Nosotros creimos entonces y que habla llegado el término de tantos desastres: nos pareció que un rey que se había formado en la