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los hombres en las casas antes de ponerles fuego, para que allí muriesen abrazados.

Ellos no solo han sido crueles é implacables en matar; se han despojado también de toda moralidad y decencia pública, haciendo azotar en las plazas religiosos ancianos, y mugeres amarradas à un canon, habiendolas primero desnudado con furor escandaloso, y puesto à la vergüenza sus carnes.

Ellos establecieron un sistema inquisitorial para todos estos castigos; han arrebatado vecinos sosegados, llevándolos à la otra parte de los mares para ser juzgados por delitos supuestos; y han conducido al suplicio sin proceso à una gran multitud de ciudadanos.

Ellos han perseguido nuestros buques, saqueado nuestras costas, hecho matanzas en sus indefensos habitantes, sin perdonar à sacerdotes septuagenarios; y por orden del general Pezuela quemaron la iglesia del pueblo de Puna, y pasaron à cuchillo viejos, mugeres y niños, que fue lo único que encontraron.

Ellos han excitado conspiraciones atroces entre los españoles avecindados en nuestras ciudades: y nos han puesto en el conflicto de castigar con el último suplicio padres de familias numerosas. Ellos han compelido à nuestros hermanos é hijos à tomar armas contra nosotros, y formando exércitos de los habitantes del pais al mando de sus oficiales, los han obligado à combatir con nuestras tropas.

Ellos han excitado insurrecciones domésticas, corrompiendo con dinero y toda clase de tramas à los moradores pacíficos del campo, para envol-

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