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do de la escena de la lengua de tierra' y por los recientes besos de Malva.

No olvides a tu madre, eh?—dijo, al fin, sonriendo cariñoVasily.

—¡Bueno, bueno!—respondió, samente, Jacobo—. No tengas cuidado... yo...

Y sacudió la cabeza.

—No te digo más, pues! Sed felices... que Dios os proteja... No guardéis mal recuerdo de mí...

¡Ah! Sergio: la marmita la he enterrado en la arena, bajo la popa de la lancha verde...

—Para qué quiere la marmita? —preguntó bruscamente Jacobo.

—Ha sido designado para remeplazarme... allí, en la lengua de tierra—explicó Vasily.

Jacobo dirigió una mirada celosa a Serechka y a Malva, y bajó la cabeza para ocultar la alegría que brillaba en sus ojos.

—Adiós, hermanos... me voy...

Vasily saludó y echó a andar. Malva le siguió.

—Te acompañaré un poco.

Serechka se acostó en la arena y cogió de una pierna a Jacobo, que manifestó la intención de seguir a Malva.

—Alto! ¿Adónde vas?

— Déjame!—protestó, haciendo esfuerzos para soltarse, Jacobo.

Pero Serechka le cogió también de la otra pierna.

—Quédate un poco conmigo.

—Déjame, ¡basta de tonterías!