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decer. Pide el sábado que te arreglen la cuenta, y en seguida, a casa. ¿Oyes?

—No me iré—dijo con voz firme Jacobo, todo tembloroso y sacudiendo con obstinación la cabeza.

—¿Cómo?—aulló Vasily.

Apoyando ambas manos en el tonel se levantó:

—Me lo dices a mí, ¿comprendes? Te atreves a revolverte, como un perro, contra tu padre.

No olvides que puedo hacer contigo lo que me parezca. ¿Quizás lo has olvidado?

Sus labios temblaban, su rostro estaba desencajado, las venas de sus sienes parecía que iban a estallar. .

Yo no he olvidado nada—dijo con voz ahogada Jacobo, sin mirar a su padre—. ¿Lo tienes tú todo presente?

—Quién eres tú para meterte en lo que yo hago? ¡Te voy a romper las mue'as!

Levantó la mano sobre la cabeza de su hijo, que se apartó, y, sintiendo una furia salvaje agitar todo su ser, dijo, con los dientes apretados:

—No me toques... No estamos en la aldea.

—¡Calla! En todas partes soy tu padre!

—Aquí no podrás hacer que me azoten en la Alcaldía rural... (1) ¡Aquí no hay Alcaldía!—dijo Jacobo, dirigiéndole a su padre una mirada sarcástica.

Se levantó lentamente a su vez.

(1) Puesto de policía.