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sé yo que vamos a comer? Por de pronto, voy a beber...

Se levantó y se fué, acompañado de una extraña sonrisa de Malva y de una mirada hostil del mozo.

—¡Vaya un tipo!—dijo Jacobo, cuando Serechka estaba ya bastante lejos—. En la aldea hace tiempo que le hubieran llamado al orden... Se la hubiera ganado ya, mientras que aquí le tienen miedo...

Malva le miró, y contestó, al través de sus dientes apretados:

—¡Cállate, cerdo! ¿Sabes tú lo que vale ese hombre?

—No tiene mucho que saber: semejantes tipos valen a cinco copeks el paquete, y eso cuando el paquete contiene por lo menos ciento.

—¡Te engañas!—dijo ella con acento burlón—.

Quien no vale nada eres tú, mientras que él..ha recorrido a la ventura toda la tierra y no le teme a nadie.

— Acaso yo le temo a alguien ?—preguntó el mozo, echándoselas de valiente.

Ella no respondió. Miraba pensativa las olas que batían la playa y mecían la pesada barca en el agua. El mástil se balanceaba, y la popa, ya se elevaba, ya se hundía en el agua, produciendo un ruido sonoro y obstinado, como si la barca quisiera desatarse y huir al mar ancho y libre, y estuviera furiosa contra la cuerda que la sujetaba.

—Bueno, por qué no te marchas?—preguntó Malva.