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mirando con complacencia el rostro de su hijo, animado por la suposición expresada.

Le satisfacía el cariño del mozo a la tierra, y pensaba que tal cariño le haría renunciar pronto a sus sueños de vida libre y tornar a la aldea. Entonces él se quedaría solo con Malva y todo seguiría como antes.

¡Muy bien dicho, Jacobo! Tus palabras son las de un verdadero campesino. Un campesino sólo es fuerte por la tierra; mientras permanece sobre ella puede vivir; pero está perdido en cuanto la abandona. Un campesino sin la tierra es como un árbol sin raíces: sirve sólo para aprovechar su madera y no puede vivir mucho tiempo, acabando por pudrirse. Pierde para siempre su hermosura, su lozanía. ¡Muy bien dicho, Jacobo!

El mar, al aprestarse a recibir en su seno el sol, le saludaba con la música de sus olas, teñidas por sus rayos de despedida de colores bellísimos, extremadamente ricos en matices. La fuente divina de luz creadora de la vida le daba al mar su adiós con la armonía elocuente de sus colores. El brillo alegre de sus rayos despertaría en aquel instante a la tierra dormida, a enorme distancia de aquellos tres seres humanos que lo seguían con la mirada.

—Cuando miro ponerse el Sol, parece que el corazón se me deshace... ¡De veras!—dijo Vasily dirigiéndose a Malva.

Ella no respondió. Los ojos azules de Jacobo