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¡TRISTE JUVENTUD!


Tan flaca es y tan pálida, Dios mío, ¿es ser humano
O es cirio que se extingue?
Sus ojos tan opacos, tan turbios, tan sin vida
¿Son ojos o son sombras
Son ojos o blandones de algún ensueño muerto?
A veces me pregunto: tan vaga y tan inerte
¿Tendrá esa joven alma?
Dentro del pecho escuálido, como una rosa muerta
Un corazón acaso persiste en sus latidos?
Y dentro de la testa que tiene, ¡ay! hebras grises
¿Germinarán los claros los nobles pensamientos
O sólo hay las cenizas de un sueño que murió
Su frente modelada con rosas amarillas
Tiene una arruga hondísima.
Quizás un latigazo de realidad amarga
Que al corcel armiñado de su sueño de niña
Corcel-luz, sin riendas, suelta la crin al viento
En decisivo instante de su vida mató.
Esa mirada fija siempre fija, Dios mío!
Como un frío del alma que se ha cristalizado,
Como un perenne horrible estupor doloroso,
Que de tan doloroso carece de expresión.
¡Oh la fija mirada qué terror que me inspira,
Y cuando no la veo, qué piedad tan inmensa!
Se humedecen mis ojos y me calan el alma.