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ANDERSEN.

El pobrecillo fué á dar de cabeza entre dos piedras; su morrion, bayoneta y casi todo su cuerpo desaparecieron en el polvo, y sólo salia su única pierna que ostentaba orgullosa y derecha.

La criada y el niño bajaron al momento á recogerle; el niño estuvo á pique de pisarle, pero nadie dió con él. El soldado iba á gritar « aquí estoy » pero se acordó que estaba prohibido a los militares habla, sobre las armas.

En esto empezaron á caer algunas gotas y luego un verdadero chaparrón que limpió el polvo, y cuando volvió a salir el sol, pasaron por allí dos pilluelos.

Mira, dijo uno de ellos: hé aquí un soldado de plomo que ha perdido una pierna en la guerra. - Tómaloo, dijo el otro, y lo meteremos en nuestro barco.

Huhian, en efecto, hecho un barco con una vieja gacela, que pusieron en el arroyo, con el soldado dentro. El agua se llevó la débil barquilla, y los muchachos la seguían palmoteando.

La lluvia habia hecho crecer el arroyo, la corriente era rápida y el barco de papel se balanceaba, dalia vueltas y se inclinaba á uno y otro lado, que parecía que iba á zozobrar. El soldado de plomo temblaba interiormente, pero no decia nada y permanecía intrépido con su fusil bien agarrado.

Arrastrado por la corriente, se mete el barco debajo de una piedra que estaba encima del arroyo. Reinaba