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LOS ZAPATOS COLORADOS.

El domingo siguiente, debia recibir Cármen la confirmacion, y segun las órdenes de su protectora, la hicieron para el caso un par de zapatos negros; tomólos la niña maquinalmente, pero echando en seguida una mirada sobre los colorados, los asió con mano resuelta y se los calzó.

Hacía un tiempo magnífico y la anciana señora, ántes de ir á la iglesia, dió una vuelta por varios senderos que llenaron de polvo su calzado y el de su pupila. Á la puerta de la iglesia estaba un viejo inválido, apoyado en una muleta, con unas barbas canosas, que, al ver llegar la señora y la niña, las propuso limpiarlas del polvo los píés. Accedió á ello la anciana y Cármen alargó el pié al inválido quien al ver los zapatos colorados exclamó : « ¡Vaya un lindo calzado de baile! Tenga usted cuidado de no estropearlos en los valses. »

La señora dió al inválido una limosna, y entró luego con la niña en la iglesia, donde todos los circunstantes se asombraron aun mas que la primera vez á la vista de los zapatos colorados de Cármen, cuyo vivo encarnado parecia llamar la atencion hasta de las figuras de los cuadros. En cuanto á la niña, cada vez mas ufana con su calzado, se olvidó de rezar y de entonar en coro el cántico á la divinidad. Llegó á tal punto su distraccion que apénas notó el golpecito del prelado en signo de confirmacion; la parecia que todo el mundo envidiaba sus zapatos.