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EL REY DE LOS OLMOS.

ella misma y en los postres habia clavos de féretros enmohecidos.

El anciano rey de los olmos había hecho limpiar á fondo su hermosa corona de oro. En el palacio todo era continuas idas y venidas, barriendo, limpiando y restregando hasta el últino rincon.

« Ahora, dijo la princesa, no falta más que quemar inciensos; id á buscarme cerdas de caballo y plumas de pavo.

- Díme, padrecito, exclamó la hija menor del rey, ¿no puedo saber aun cuáles son los nobles extranjeros á quienes vamos á dar esta fiesta?

- ¡Vaya! contestó el rey, voy á satisfacer tu curiosidad. Se trata de casar á dos hermanas tuyas con los hijos del viejo gnomo de los montes de Dovre, en Noruega, el cual posee tan profundas cavernas y una mina de oro tan rica, que los hombres no la descubrirán jamas. Este viejo gnomo es sumamente bonachon y divertido, y tan intimo amigo mio que nos tuteamos; no le he visto desde la vez que vino aquí á celebrar sus bodas con la hija del rey de las rocas de Moen. ¡Cuánto hidromiel bebimos entonces, procedente de un buque que baró en la costa! ¡Qué gusto tendré en volver á ver á ese mozo de buen humor, flor y nata de los hombres de bien. Dicen que sus dos hijos están bastante mal educados y que sus modales no son de los más decentes; se conoce