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ANDERSEN.

 Los zapatos iban perfectamente á Carmen, y la buena señora se los compró sin notar que eran encarnados, porque á haberlo observado, de ningun modo hubiera consentido que la niña llevase semejante calzado el dia de su primera comunion.

 Y así sucedió sin embargo; fué á la iglesia con los zapatos colorados, llamó la atención general y todo el mundo se encogia de hombros. Cuando Cármen entró en la iglesia, le pareció que todas las figuras de los cuadros, que estaban colgados en las paredes, tenian clavados los ojos en sus zapatos, lo cual, léjos de ruborizarla, la envanecia. El cura la habló con tono patético de los deberes que habia de desempeñar mayormente desde aquel momento en que iba á entrar en la comunidad de los fieles y en la edad de la razon. El órgano hacia resonar el santuario con sus graves y majestuosos sonidos, los chantres y niños de coro entonaban armonioso cántico, pero Cármen no atendia á nada, estando sólo poseida de la idea que llevaba unos zapatos tan hermosos como la hija del rey.

 Por la tarde la voz pública hizo saber á la anciana señora el escándalo causado por Cármen; reprendió severamente á la niña, haciéndola ver lo indecoroso de su compostura en aquella sagrada ceremonia y la mandó que en adelante no se presentase en la iglesia mas que con zapatos negros, por viejos y rotos que estuviesen.