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LOS ZAPATOS COLORADOS.

 Hé aquí que algun tiempo despues, el rey, la reina y su hija la princesita, llegaron á la ciudad vecina y toda la comarca acudió alli reuniéndose en la plaza mayor para ver á sus majestades. Cármen fué tambien y vió en el balcon á la princesita, vestida de raso blanco á quien todo el mundo admiraba; no llevaba corona, ni vestido de cola, pero iba calzada con unos zapatitos de cordoban encarnado, sumamente bonitos. ¡Cuán diferentes eran de los que hizo para Cármen la vieja zapatera!

 Poco á poco llegó el dia en que la niña debia hacer su primera comunion. Su buena protectora la mandó hacer un lujoso traje, y la llevó á casa del mejor zapatero de la ciudad para que la calzase. Cármen alargó su piececito para que la tomasen medida, y mirando, en torno suyo, todo lo que habia en la tienda, vió detras de una vidriera un par de zapatos de un brillante color de grana, enteramente iguales á los que llevaba la princesita. ¡Qué bonitos eran! « Ese calzado es el que yo necesito, dijo Cármen; veamos si me van bien. — Han sido hechos para la hija de un conde, respondió el zapatero, pero como le son muy estrechos, me he quedado con ellos. — ¿Son de marroquí? preguntó la anciana señora cuya vista se habia debilitado con los años; me parece que relucen mucho, — En efecto, contestó el mercader, son muy relucientes; se parecen á un espejo.