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ANDERSEN.

Habia en el extremo del paseo, en un manzan o jóven, una rama de forma elega nte y graciosa, llena de flores rosadas pr óximas á abrirse ; era el verdadero emblema de la primavera. Bien sabía la linda ramita lo hermosa que era, y así es que no extrañóver pararse delante de ella un elegante coche y apearse una condesita que dijo con admiracion: « Mire usted, mamá, esta preciosa rama de manzano; es digna de servir de corona á la misma Flora. »

Y la niña cortó la rama, la tomó con sus manecitas delicadas, la preservó con su sombrilla de los ardores del sol y con permiso de su madre dió la órden de volver á su palacio. Subió por una soberbia escalera de mármol y, despues de haber atravesado unos suntuosos aposentos, llegó á un espacioso salon, espléndidamente adornado con lujosas colgaduras. Había en magníficos floreros ramilletes de rarísimas flores, y la bella condesita hizo colocar en el mejor puesto un jarro de alabastro en el que metió la rama de manzano con otras de haya, sombrías y frondosas, en medio de las cuales sobresalían las flores de color de rosa del manzano.

Era un verdadero recreo para la vista, hasta el punto que la rama se envaneció y llenó de orgullo con esas demostraciones de admiración. No hay que vituperarla, por que los hombres hacen otro tanto.

Visitaban el palacio de la condesa personas de toda