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ANDERSEN.

tina, cuando supieron el milagro que había curado á su hijo, es indecible; ni ellos ni sus domas hijos se cansaban de abrazar á Juan. Una leve nubecilla vino sin embargo á turbar algun tanto aquella alegría: el interesante pinzan, á quien el pobre enfermito debia su cura, habia muerto de terror, La familia le enterró al pié del rosal más hermoso que había en el jardín.

Á la mañana siguiente llamaron á Juan al castillo adonde seis años ántes fué por última vez; parecíale que los tilos, los abetos y todos los domas árboles, que conoció en los primeros años de su vida, meneaban las ramas para saludarle y darle la enhcrabuena.

Los bondadosos castellanos le recibieron del modo mas cordial y afectuoso, acompañándole en su satisfaccion y en la de su familia. Juan les prometió conservar toda su vida el excelente libro que le habían regalado y que tanto le consoló, y tener siempre presente la memoria del buen pajarillo, causa terminante de su maravillosa cura.

« Ahora, dijo, podré ser úlil á mis padres y aprender un oficio. Yo quisiera ser encuadernador, porque así podría leer los libros que se publicasen. »

Por la tarde enviaron los señores á buscar á Pedro y Cristina para decirles que habian deliberado sobre el porvenir de su hijo. « Es un muchacho muy dócil