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ANDERSEN.

chala Y, con gran con lento de Juan, una jaula dorada con un lindo pinzan que no cesaba de gorjear su alegre canto, La señora colocó la jaula encima de la vieja cómoda, al lado del lecho, para que el interesante enfermito pudiese ver saltar y revolear al gracioso pajarillo.

Pedro y Cristina, que no volvieron hasta el anochecer, se alegraron de la visita de los amos y de la satisfacción que causó á Juan; pero hallaron que, entre los regalos, la jaula del pinzan era para ellos una nueva faena el tener que limpiarla.

« Esos ricos, dijo Pedro, no se hacen cargo de la situación de los pobres. Ahora tenemos que cuidar ese pájaro, ya que Juan no puede hacerlo, y Dios quiera que el gato no acabe por comérselo un día y se acaben de una vez los gorgoritos.

Pasó una semana y luego otra y el gato entró muchas veces en el cuarto sin hacer caso del pájaro y sin que este se asustase al verle.

Pero sobrevino entónces un gran acontecimiento. Una tarde, los padres estaban en el jardín y sus hijos en la escuela; Juan, solo en casa, leia en su libro el cuento del pescador que había recibido el don de ver realizados todos sus deseos. Había aspirado á las cosas mas extravagantes, pues quiso ser rey, y lo fué; emperador y lo fué también, pero habiendo querido ser Dios, recibió un espantoso trueno