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ANDERSEN.

vemos lo útil que es el regalo que le han hecho, por las buenas cosas que en él se encuentran. »

El maestro tomó el libro y se puso á hojearlo. Pedro y Cristina le pidieron que leyese á su vez los dos cuentos que les habian interesado tanto. Estos dos cuentos fueron para esa buena gente un rayo de luz que iluminó su probre choza y disipó las tétricas ideas que les ennegrecían las cosas de este mundo.

En cuanto á Juan, leyó y releyó repetidas veces todo el tomo, y sus cuentos transportaron su ánimo á regiones donde sus débiles piernas no hubieran podido llevarle jamas.

Largo rato permaneció el maestro al lado del interesante enfermito, hallando sumo placer en conversar con él, pues la enfermedad y el aislamiento, léjos de debilitar su inteligencia, la habían, al contrário, desarrollado con la reflexión, sin agriar su corazon, porque lo tenia excelente. ¡Con qué placer oia Juan las lecciones que el buen institutor le daba en las frecuentes visitas que le hacía de un modo tan desinteresado como amable! ¡Con qué atencion escuchaba lo que le referia sobre la extensión de la tierra y los mares, y las maravillas del mundo! ¡Cuánto se alegró de saber que el sol es medio millon de veces mayor que nuestro globo y tan lejano que una bala de cañon gastaría mas de veinte y cinco años para recorrer la distancia que le separa de la tierra, siendo así que los