» Pero ¡oh sorpresa! Aquel hombre tan dichoso no tenía camisa. »
Al oir este cuento, Pedro y Cristina soltaron una gran carcajada y continuaron riendo de buena gana largo tiempo, cosa que no les había sucedido muchos años hacía. En aquel mismo momento, el maestro de la escuela del lugar pas ó por casualidad por delante de la choza.
¿Qué es eso? preguntó; ¿á qué viene esa alegria? ¿Os ha caído la lotería?
- Qué loteria ni qué calabazas, respondió Pedro. Mi hijo Juan acaba de leemos el cuento del hombre sin penas ni cuidados, y el chusco no tenía camisa. Eso derrama una gota de bálsamo en nuestro corazón, sobre todo cuando se lee ímpreso en un libro. ¡Vaya! los ricos que tan envidiados son, tienen tambien sus trabajos como nosotros pobres peleles. Bien dice el refrán, mal de muchos, consuelo de locos.
- En efecto, contestó el maestro, dice usted muy bien que es un consuelo, y segun otro refrán, « de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco. » ¿Pero quién te ha dado ese libro, Juan?
- Nuestros amos se lo regalaron en estas últimas navidades, dijo Cristina, porque saben que á Juan le gusta leer yeso le distrae. En aquel entónces hubiéramos preferido un par de camisa s nuevas, pero ahora