oir lo que la contestó el ángel, porque los fatales zapatos se la habian llevado ya muy léjos.
Al siguiente dia pasó delante de una casa que le era muy conocida, donde oyó rezar las oraciones de los difuntos y unos hombres negros salieron llevando en hombros un féretro cubierto de flores. Era el de la anciana señora, su bienhechora, á quien había abandonado enferma para ir al baile. Conoció entónces Cármen que se hallaba abandonada de todos en la tierra y condenada en el cielo.
Los zapatos la llevaron hácia la montaña por en medio de breñas y zarzales que la arañaron toda la cara; llegó á la puerta de una casita, rodeada de matorrales, donde sabía que habitaba el verdugo. Llamó á la vidriera de la ventana diciendo: « Venid, venid pronto por amor de Dios, pues no puedo entrar porque estoy condenada á bailar y dar vueltas. » — El verdugo salió y le dijo : « Tú acaso no sabes quién soy; yo corto la cabeza á los malos. Estoy afilando el hacha, y si quieres ejerceré en ti mi oficio... » — « Sí, respondió Cármen, pero no me cortéis la cabeza porque no podria hacer penitencia por mis pecados ; cercenadme los piés con estos zapatos colorados. »
Confesó después su desmedida vanidad. El verdugo la agarró y de un hachazo la cortó ambos piés, que se escaparon arrastrados por los zapatos, bailando