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cabo de aquel período, la necesidad les obligó á rendirse, pero con la condicion de que se les respetasen las vidas, y de que se les permitiese residir en la isla. De los dos generales de la expedicion, el uno hubo la cabeza cortada y el otro fué ajusticiado en la isla dedicada á este efecto. Referiré un enso extraordinario. Cuando los dos generales tomaron en Zipango un castillo que no había querido rendirse, mandaron que á todos los habitantes se les cortase la cabeza, mandato que se verificó, excepto con ocho, porque llevaban unas piedras mágicas entre cuero y carne, bajo los brazos, las cuales dicen que preservan de morir á hierro. Conoce dores de esto ambos capitanes, los hicieron matar á mazazos, y extrayéndoles las piedras, las guardaron para sí.

Sabed que los ídolos de Zipango, del Ca tay y del Mangi tienen la cabeza de toro, de puerco, de perro ó de carnero; otros con cuatro caras; otros con tres cabezas, dos en la espalda y una en medio; otros co: : cuatro manos, con diez ó con mil: éstos son los más reverenciados. Si los cristianos pre guntan á las gentes por qué los hacen así, contestan: Así lo hicieron nuestros mayo res, lo hacemos nosotros y lo harán nues tros hijos. Son muchas para referidas las costumbres de aquellos habitantes, y muy cruclos. Sólo dirémos que, cuando cogen á