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—Hola! ¿qué desea? oh! no deseaba nada, él venía por el gusto de visitar á su hija, la Srta. Chilang.

—Pues, mi hija esta enferma ¿sabe V? y aunque no lo estuviese, acabo de encargar á su tía que no permita visitas de ningún cualquier periodista, ¿me entiende V? y le ruego y le prohibo vuelva á poner los piés en esta casa.

¿Un cualquiera él? ¡Bernardo Katig? pero ¿qué se había figurado aquel tío? A no ser el padre de ella, del ídolo, cómo allí mismo le hubiera á él, Katig abofeteado! pero se contuvo, replegado el rebelado amor propio á no importa qué misteriosas dulces reconditeces de ensueño, y mudo como una estatua, frío y digno como una mole de roca, giró sobre sus talones y se alejó temblando él mismo no sabía porqué ni de qué, por el