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carne, el palpitar, de otra alma? Ó cuando de noche, ante la luna biselada de su armario, desnudábase toda, á contemplarse color de leche y rosales pálidos en el triunfo formidable de líneas y esbelteces excelsísimas?...

La criada, que le entregó la carta, aguardaba; ella, entónces, alzó la mano, y la despidió. Quedó sóla en el cuarto.

La tarde desmayaba, color de champaca besoteada por el sol, lujurioso emperador celeste.

Es dulce soñar en esa hora del misterio, bajo esas sombras vesperales, para toda mujer. Entonces, el amor se os aparece. ¿Acaso nó, dalagas? Se os aparece moreno como un bagongtao, coronado de estrellas, perfumado de flores.

Chilang tembló. Y de pronto se llevó

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