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alas, vengo a implorarte que me recojas en tu seno.
Ven, muerte luminosa. Con santa piedad cierra mis párpados quemantes; sella mi boca para que cese de imprecar; purifícala, como a Isaías el leño encendido; calma la fatiga de mi cuerpo, y con tu bálsamo de nieve alivia el dolor de mis pies mutilados.
Ven, muerte, y dame el supremo abrazo que hace majestuosa a la criatura miserable.
Ven, muerte, a libertar mi cuerpo de su yugo espiritual.
Quiero volver a la tierra, confundirme con el polvo, fecundar sus entrañas con mi sangre, y sentir sobre mi piel su noble caricia perfumada.
Quiero que penetre en mis huesos el agua