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En tu lobreguez despótica de reina inconsolable, encuentro un sentimiento hermano; y es ahí, en el terciopelo de la vestidura que arrastras, donde quisiera envolverme como en un cendal y quedarme dormida. Sí, quedarme dormida ¡oh, noche! cantando una canción de cuna, meciendo en mi alma a las dos criaturas que me arrancó la vida; cantando en mi alma al amor que me arrancó la muerte.