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¡Llora, alma mía, con el mar bravío, que emociona al cielo con su rugir salvaje, y llora con la cuna vacía!

¡Llora con el éxtasis de los lagos turbios y con la mirada yerta de la lámpara apagada!

¡Llora con el alud de nieve que purifica el llano y hace al hombre más bueno!

¡Llora con el paria, y con la mujer repudiada en su lecho de hospital!

¡Llora, alma mía, llora con la madre a quien la brutalidad del hombre arrancó sus hijos y la ha dejado sola en medio de la vida!

¡Llora, alma mía, con los que no tienen consuelo, que, como muertos con alma, no aguardan nada ni a nadie esperan!

¡Llora, que tu destino es el llanto!