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eza, alma mía, reza!...
¡Reza con la tarde moribunda, con la campana del claustro lejano que desparrama por los aires su quejido de metal!
¡Reza con la oveja descarriada y con los árboles fervorosos, que inclinan hacia el lago sus copas sombrías!
¡Reza, alma mía, con el pájaro sin nido y con la pupila ciega del pozo abandonado!
¡Reza; reza con el camello exangüe en las arenas del desierto y con el león herido en las selvas; reza con los campos devastados y las espigas sin grano!