a vos con disimulación y sin firmeza alguna. Yo confieso que, para escoger esposo en la tierra, ninguno os pudiera igualar; pero, habiéndole de escoger en el cielo, ¿quién como Dios? Si esto os parece traición o descomedido trato, dadme la pena que quisiéredes y el nombre que se os antojare, que no habrá muerte, promesa o amenaza que me aparte del crucificado esposo mío.” Calló, y al mismo punto la priora y las otras monjas comenzaron a desnudarla y a cortarle la preciosa madeja de sus cabellos. Yo enmudecí, y, por no dar muestras de flaqueza, tuve cuenta con reprimir las lágrimas que me venían a los ojos; y hincándome otra vez de rodillas ante ella, casi por fuerza la besé la mano; y ella, cristianamente compasiva, me echó los brazos al cuello; alcéme en pie, y, alzando la voz de modo que todos me oyesen, dije: “María optimam partem elegit.” Y diciendo esto me bajé del teatro, y, acompañado de mis amigos, me volví a mi casa, adonde, yendo y viniendo con la imaginación en este extraño suceso, vine casi a perder el juicio; y ahora, por la misma causa, vengo a perder la vida.”
“Y dando un gran suspiro, se le salió el alma, y dió consigo en el suelo.