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paña, en una de las mejores provincias de ella; echáronme al mundo padres medianamente nobles; criáronme como ricos; llegué a las puertas de la Gramática, que son aquellas por donde se entra a las demás ciencias; inclinóme mi estrella, si bien en parte a las letras, mucho más a las armas; no tuve amistad en mis verdes años ni con Ceres ni con Baco, y así, en mí siempre estuvo Venus fría. Llevado, pues, de mi inclinación natural, dejé mi patria, y fuime a la guerra que entonces la majestad del César Carlo Quinto hacía en Alemania contra algunos potentados de ella. Fuéme Marte favorable, alcancé nombre de buen soldado, honróme el emperador, tuve amigos, y, sobre todo, aprendí a ser liberal y bien criado, que estas virtudes se aprenden en la escuela del Marte cristiano. Volví a mi patria, honrado y rico, con propósito de estarme en ella algunos días gozando de mis padres, que aun vivían, y de los amigos que me esperaban; pero esta que llaman Fortuna, que yo no sé lo que se sea, envidiosa de mi sosiego, volviendo la rueda que dicen que tiene, me derribó de su cumbre, adonde yo pensé que estaba puesto, al profundo de la miseria en que me veo, tomando por instrumento para hacerlo a un caballero, hijo segundo de un titulado que junto a mi lugar el de su Estado tenía.

”Este, pues, vino a mi pueblo a ver unas fiestas; estando en la plaza en una rueda o corro de hidalgos y caballeros, donde yo también hacía número, volviéndose a mí, con ademán arrogante y