CAPITULO XVI
En esto, el patrón del hospedaje dijo:
—No sé si diga que me pesa de la bonanza que prometen en el mar las señales del cielo: el Sol se pone claro y limpio, cerca ni lejos no se descubre celaje alguno, las olas hieren la tierra blanda y suavemente, y las aves salen al mar a espaciarse; que todos éstos son indicios de serenidad firme y duradera, cosa que ha de obligar a que me dejen solo tan honrados huéspedes como la fortuna a mi hospedaje ha traído.
—Así será—dijo Mauricio—, que, puesto que vuestra noble compañía se ha de tener por agradable y cara, el deseo de volver a nuestras patrias no consiente que mucho tiempo la gocemos. De mí sé decir que esta noche, a la primera guarda, me pienso hacer a la vela, si con mi parecer viene el de mi piloto y el de estos señores soldados que en el navío vienen.
A lo que añadió Arnaldo:
—Siempre la pérdida del tiempo no se puede cobrar, y la que se pierde en la navegación es irremediable.
En efeto: entre todos los que en el puerto estaban quedó de acuerdo que en aquella noche fuesen de partida la vuelta de Inglaterra, a quien