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CAPITULO XIV
Donde se declara quién eran los que tan aherrojados venían.

—Si es que los afligidos tienen licencia para hablar ante los venturosos, concédaseme a mí por esta vez, donde la brevedad de mis razones templará el fastidio que tuviéredes de escuchallas. Haste quejado—dijo, volviéndose a Transila—, señora doncella, de la bárbara costumbre de los de la ciudad, como si lo fuera aliviar el trabajo a los menesterosos y quitar la carga a los flacos; si que no es error, por bueno que sea un caballo, pasearle la carrera primero que se ponga en él, ni va contra la honestidad el uso y costumbre si en él no se pierde la honra, y se tiene por acertado lo que no le parece; si que mejor gobernará el timón de una nave el que hubiere sido marinero que no el que sale de las escuelas de la tierra para ser piloto: la experiencia en todas las cosas es la mejor muestra de las artes, y así, mejor te fuera entrar experimentada en la compañía de tu esposo que rústica e inculta.

Apenas oyó esta razón última el hombre que consigo venía atado, cuando dijo, poniéndole el puño cerrado junto al rostro, amenazándola: