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III
ESTEFANO MALLARMÉ
N
o hace mucho tiempo escribimos, en un libro que no se publicará, a propósito del Parnaso Contemporáneo y de sus principales redactores:
«Un poeta, y no el menor, pertenecía a este grupo.»
«Vivía entonces en provincias de un empleo de profesor de inglés, pero sostenía con París frecuente correspondencia. Proporcionó al Parnaso versos de una novedad que escandalizó a los periódicos. Preocupado—¡en verdad!--de la belleza, consideraba la claridad como un don secundario, y con tal que su verso fuera numeroso, musical, raro y, cuando era menester, lánguido o excesivo, burlábase de todo por agradar a los delicados, de los cuales era él el más descontentadizo. ¡Cuán hostilmen-
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