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Paul Verlaine

selas, en 1873, por la casa Poot y C.ª, calle de las Berzas, núm. 37, se hundió totalmente, en un monstruoso olvido, por no haber preparado el autor el más insignificante bombo. Tenía que hacer más y mejores cosas.

Recorrió todos los continentes, todos los océanos, pobre y altivamente (rico, además, si hubiera querido, por su familia y su posición) después de haber escrito, también en prosa, una serie de soberbios trozos con el título de Las Iluminaciones[1], creo que para siempre perdidos.

Dijo en su Temporada en el Infierno: «Ya he hecho mi jornada. Me voy de Europa. El aire marino quemará mis pulmones; me tostarán los perdidos climas.

Esto está muy bien, y el hombre cumplió su palabra. El hombre que Rimbaud lleva dentro es libre, bien claro está, y ya se lo concedimos al empezar con una reserva muy legítima que acentuaremos al resumir. Pero en cuanto a este loco poeta, ¿no tuvo razón al aprisionar a ese águila y ponerla en esta jaula, con la presente etiqueta? ¿Y no podríamos, por añadidura, y supererogación (si es que la Literatura ha de ver consumarse semejante pérdida) exclamar con


  1. Las Iluminaciones fueron halladas y se publicaron en 1886 con muchos de sus poemas. Una edición de sus obras completas se terminó en 1895 (Vanier).
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