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Paul Verlaine

El nombre y la obra, tanto de Corbière como de Mallarmé, están asegurados por los siglos de los siglos; el nombre sonará en los labios de los hombres y en la memoria de los que sean dignos de ello también cantará su obra. Corbière y Mallarmé imprimieron (publicaron) pequeña cosa inmensa. Rimbaud, harto desdeñoso, más desdeñoso aún que Corbière, quien por lo menos le dió al siglo con su volumen en las narices, nada ha querido publicar de sus versos.

Tan sólo una composición, reprobada y desautorizada por él mismo, fué inserta sin que él lo supiera—cosa bien hecha—en el primer año del Renacimiento, hacia 1873. Se titulaba Los Cuervos. Los curiosos podrán saborear algo patriótico, pero bien, dentro de lo patriótico, y que a nosotros nos agrada sumamente; pero no es aquello lo definitivo. Por nuestra parte nos enorgullecemos de ofrecer a nuestros contemporáneos inteligentes buena ración de una dulce golosina: versos de Rimbaud.

Si le hubiéramos consultado a él (sépase que ignoramos su dirección, inmensamente vaga, además) probablemente nos hubiera desaconsejado de emprender esta tarea por lo que a él le atañe. ¡Así, se maldijo a sí mismo este Poeta Maldito! Pero la amistad y la devoción literarias que siempre le otorgaremos nos han dictado estas líneas induciéndonos a indiscreción. ¡Peor

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