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Paul Verlaine

incontestables afirmaciones del poderío inmortal del Espíritu, del Alma y del Corazón humanos; a saber: la Gracia, la Fuerza y la gran Retórica, negada por nuestros interesantes, sutiles y pintorescos (estrechos y más que estrechos) Naturalistas limitados de 1883.

En cuanto a Fuerza, he aquí una muestra en las composiciones insertas; pero está tan revestida todavía de paradoja y de temible buen humor, que más bien parece disfrazada. Volveremos a topar con ella al final del presente trabajo y la hallaremos completamente bella y pura. Por ahora, nos halaga la Gracia, una gracia particular, hasta hoy desconocida, en la que lo extraño y lo insólito salan y encienden con especias la extremada dulzura, o sea la simplicidad divina del pensamiento y del estilo.

En ninguna parte, en literatura alguna, hemos hallado algo tan tierno y tan bravío a la vez, tan amablemente caricaturesco y cordial, tan bueno como el raudal franco, sonoro, magistral de

Niños mendigos. Ha nevado.
Al tragaluz iluminado
los pobres van
porque les trae al retortero
el ver cómo hace el panadero
el rubio pan.

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