Página:Los poemas éroticos de Ovidio - Tomo I - Biblioteca Clásica CCXXXIX.pdf/337

Esta página ha sido corregida
332
Ovidio

avergonzarse de la suya. Juno y Palas resplandecieron igualmente hermosas a la vista de Paris; mas comparadas con Venus, las dos quedaron vencidas. Y no sólo la compares por el cuerpo, sino también por su genio y habilidades, y, sobre todo, que la obcecación no ofusque tu entendimiento.

De poca entidad es lo que me queda por advertiros; sin embargo, fué útil a muchos, entre los cuales me cuento. No te entretengas en leer las misivas que guardes de tu dulce amiga: el temple más firme vacila con tan peligrosa lectura. Aun a tu pesar, entrégalas al fuego, y exclama: «Que este fuego devore mi ardor.» La hija de Testio abrasó con un tizón a su hijo ausente, ¿y tú vacilas en arrojar a las llamas esos pérfidos billetes? Si puedes, aparta de ti su imagen; ¿qué placer sacarás de una muda representación? Este delirio perdió a Laodamia. Asimismo te afligirá la vista de muchos sitios; huye de aquellos que por haber sido testigos de tus dichas, té produzcan impresiones dolorosas. «Aquí estuvo, aquí se acostó; éste es el tálamo en que dormimos, aquí me harté de placer durante larga noche.» Con las memorias se renueva el amor, se abre la cicatriz reciente, y los enfermos recaen a la menor imprudencia. Como si aplicas azufre al fuego casi extinguido, vuelve a tomar cuerpo, hasta producirse un gran incendio, del mismo modo, si no evitas lo que recrudece tu pasión, se convertirá en hoguera la llama que fué casi nada. Las naves de Argos hubiesen querido alejarse del promontorio de Cafarea y del faro que encendió Nauplio por vengar la muerte de su hijo; el cauto