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Ovidio

OVIDIO Joven que sientes los rigores de tu amiga, doncella que sufres los desvíos del mancebo, huid de la soledad, aleccionados por el ejemplo de Filis. Un mozo que obedeció fielmente los consejos de mi Musa, consiguió arribar a puerto de salvación; mas tropezando una turba de amantes fervorosos, vino a recaer, víctima de los dardos que Cupido llevaba ocultos. Si amas y quieres verte libre, evita la compañía de los enamorados: este contagio alcanza al hombre lo mismo que a los rebaños. Mientras los ojos contemplan las heridas ajenas, siéntense heridos a su vez, y al ponerse los cuerpos en contacto, se transmiten muchas dolencias. En un campo de áridas glebas suele suceder que mane el agua filtrada de próximo río; así resurge el amor que parecía extinguido, si no evitamos la compañía de los que aman; pues en éste particular todos somos ingeniosos para engañarnos. Tal que por fin estaba sano, recayó por la vecindad de un enfermo; otro se sintió desfallecer a la presencia de la que fué su amiga; la cicatriz, mal curada, descubrió la antigua herida, y mis lecciones no le sirvieron de ningún provecho. Con dificultad te defenderás del incendio que destruye la casa vecina; te será, pues, conveniente no frecuentar los sitios donde pase tu amada. No acu— das al pórtico en que ella suele distraerse, y evita tropezarla en las visitas que la educación te prescribe. ¿Qué sacarás de reanimar a su vista la llama casi apagada? Si puedes, trasládate a otro hemisferio. El estómago hambriento no es dueño de contenerse ante una mesa bien surtida, y el arroyo que salta