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Ovidio

doble solaz, desde entonces aseguró su victoria sobre la fortaleza enemiga. Ya que te entregaste con tan poca cautela a una sola, busca al menos desde ahora. su nueva rival. El infiel Minos, subyugado por Procris, tracionó a Pasífae, y la primera esposa vencida cedió el puesto a la segunda. El hermano de Anfiloco sepultó en el olvido a la hija de Fegea desde el momento que Calirroe le admitió en su lecho, y Enone hubiese dominado a Paris muchos años si no se lo arrebatara la concubina de Esparta. La hermosura de Procue habría satisfecho al tirano de Odrisia, a no palidecer ante la de su hermana, a quien retenía prisionera.

¿Mas a qué me detengo con tan innumerables ejemplos que producen fatiga? Siempre un nuevo amor acaba con el precedente. La madre de varios hijos soporta mejor la pérdida de uno de ellos que la que exclama llorosa: «Tú eras mi único consuelo.» No vayas a figurarte que te alecciono con nuevas máximas: ojalá me perteneciese la gloria de esta invención. El hijo de Atreo ya las conoció, ¿y cómo no creerlas lícitas el que disponía a su arbitrio de toda la Grecia? Vencedor del enemigo, cautivó y amó a la joven Criseida; pero su anciano padre alborotaba el campo a fuerza de lamentos. Viejo estólido, ¿por qué lloras así? Los dos amantes son felices, y con tu empeño por rescatarla, vas a perder a tu hija.

Calcas, seguro de la protección de Aquiles, pide que se restituya la cautiva, que por fin volvió a la casa paterna, y entonces exclama el hijo de Atreo: «Hay otra que compite con su beldad, y lleva el