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El remedio del amor

de mi amiga, y continuando en el mismo tema logré recuperar la salud. «¡Qué mal formadas tiene mi amiga las piernas!», exclamaba, y, a decir verdad, no eran tan despreciables. «¡Cuán poco hermosos sus brazos!», y realmente eran hermosísimos. ¡Qué corta de talle!», y no había tal. «¡Qué impertinente en sus continuas peticiones!», y esta fué la principal causa de mi odio. Los males se tocan con los bienes y, víctimas del error, convertimos a veces las virtudes en gravísimos defectos.

Cuanto puedas, mira desde el punto de vista más desfavorable las dotes de tu amada, y que turbe tu buen juicio la línea que separa el mal del bien. Llámala rechoncha si está llena de carnes; si es morena, calificala de negra, y puedes notar de flaca a la que alardea de su esbeltez; si no te ofenden sus toscas maneras, tenla por desvergonzada, y si aparece modesta, despréciala por insípida. Más todavía: exhórtala con frases persuasivas a lucir las habilidades que menos posea. Si carece de voz, exigele que cante, o que baile, si no sabe mover los brazos; enrédate con ella en larga conversación, si habla como un ganapán; pídele que taña la lira, si ignora pulsar sus cuerdas; si anda sin garbo, invítala a moverse, y si sus glándulas excesivamente voluminosas le cubren el pecho, quítale la faja que te las disimula. ¿Tiene feos los dientes?; cuéntale historietas que la provoquen a risa. ¿Lagrimean sus ojos?; háblale de cosas que la hagan llorar. Darás un golpe decisivo si corres por la mañana a su casa y la sorprendes antes -de preparar su tocado. Los adornos nos seducen;