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El remedio del amor

ya ve las armas de César resplandecer en sus propios campos. Vence simultáneamente las saetas de Cupido y las de los parthos, y ofrece a los dioses tutelares de la patria un doble trofeo. No bien fué herida Venus por la lanza del rey de Etolia, ordenó a su amador que se encargase de los cuidados de la guerra. Me preguntáis ¿por qué Egisto incurrió en el adulterio? La razón se adivina pronto: estaba ocioso, mientras los demás príncipes peleaban en guerra interminable frente a las murallas de Ilión, adonde la Grecia había transportado todas sus fuerzas. Si hubiese querido lanzarse a los peligros de la guerra, no tenía con quién sostenerla; si dedicarse al foro, en Argos se desconocían los procesos. Hizo lo que pudo a fin de entretener el tiempo, y se dedicó al amor. Así se apodera de nosotros Cupido y así reina en los corazones.

Los campos y sus diferentes cultivos producen sumo deleite al ánimo, y las cuitas más graves ceden a tales ocupaciones. Doma los toros, obligalos a doblar el cuello bajo la carga del arado, y con la aguda reja hiende el suelo endurecido; deposita en los abiertos surcos las semillas de Ceres, que el campo te pa— gará un día con usura; observa las ramas encorvadas con el peso de los frutos, tanto que apenas el árbol resiste las copiosas riquezas que ha producido; mira los arroyos cuál se deslizan con suave murmullo, y el rebaño de las ovejas que pace la fértil grama. Allí las cabras trepan por los montes, escalan las agudas rocas y presto ofrecerán las ubres llenas de leche a los cabritos; aquí el pastor modula sus cantos con la