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LOS PESCADORES DE TRÉPANG


—Es cierto, Cornelio, y se explica por la configuración especial de ciertas costas. En medio del Océano las mareas son siempre iguales, salvo en los casos en que se sumen las atracciones de la Luna y del Sol; pero en las inmediaciones de los continentes se advierten grandes diferencias, señaladamente en ciertos mares y golfos, donde sube hasta siete y ocho brazas el nivel de las aguas en la pleamar. En la bahía de Fundy, que está en la costa de Nueva Escocia, sube hasta doce brazas.

Las aguas, atraídas por la Luna, se acumulan en ciertas playas; pero, a causa de la velocidad adquirida, continúan su movimiento ascendente, aun después del paso de la Luna por el meridiano, elevándose más de lo normal.

—La Tierra ejercerá también atracción sobre la Luna; eso ni que decirlo hay, ¿verdad tío?

—Sí, y mucho más poderosa que la de la Luna sobre la Tierra, porque la Tierra es mucho mayor que la Luna. Los movimientos que produciría la Tierra en la masa de la Luna cuando estaba, como se supone que estuvo alguna vez, en estado líquido, tenían que ser enormes.

—¡Capitán!—gritó en aquel instante Van-Horn—. Se oyen crujidos en la carena.

—¡Buena señal!—exclamó Van-Stael levantándose apresuradamente—.

Aprovechemos estos momentos en que tenemos buena brisa del Este para desplegar las velas.

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