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LOS PESCADORES DE TRÉPANG


Los perros salvajes, llamados dingos, se parecen más a las zorras que a los lobos. Son fuertes y fieros, y cuando están reunidos no le temen al hombre. Si huían era, sin duda, porque no se tenían allí por seguros.

A la caída de la tarde, algunos casoares, grandes aves que tienen, a veces, hasta cinco pies de alto y cuyas alas están reducidas a una especie de muñones, que no les permite volar, huyeron a todo correr por la llanura.

—Querido Cornelio—dijo el Capitán bastante inquieto—, creo que se nos prepara una mala noche.

—¿Temes un asalto?

—Sí, hijo mío.

—Somos cuarenta, tío querido.

—Por lo que se ve, sigues contando con los chinos. A los primeros disparos huirán a las chalupas, y nos dejarán solos.

—Es que tenemos dos lantacas a bordo, y podríamos desembarcarlas.

—Es verdad; pero no bastarán para rechazar a esa canalla.

—¿Temes que sean muchos?

—En las costas meridionales de Australia quedan pocos indígenas, porque los colonos ingleses han ido acabando poco a poco con todos ellos; pero aquí en las septentrionales los hay todavía en gran número,

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