Página:Los pescadores de Trepang.djvu/282

Esta página no ha sido corregida
EMILIO SALGARI


—¡Oh, bandido!

El Capitán, furibundo, se había levantado amenazando con los puños al jefe, cuando de pronto oyó dos disparos de fusil, seguidos de gran gritería.

—¡Dos disparos!—exclamó Hans—. ¡Sin duda son Cornelio y Van-Horn!...

El jefe papú se había precipitado fuera de la habitación empuñando su maza, temeroso de que fuera asaltada la aldea. Poco después dió un grito de alegría.

—¡Uri! ¡Uri!—decía, corriendo a través de las terrazas, donde se había agolpado la población entera.

Un papú, seguido por dos hombres blancos, cruzó el puente y corrió al encuentro del jefe, rápido como una flecha.

—¡Padre!—exclamó.

El jefe, que estaba muy conmovido, lo estrechó contra su pecho, diciendo: —¡Vivo!... ¡Vivo mi hijo!...

—Sí, padre. Los arfakis, como ves, no me pudieron matar.

Luego, dirigiendo una mirada alrededor, preguntó a su padre: —¿Has hecho prisioneros a unos hombres blancos?

—Sí—respondió el jefe.

—¿Dónde están? ¡Quiero verlos!

—En mi cabaña.

286