Página:Los pescadores de Trepang.djvu/281

Esta página no ha sido corregida
LOS PESCADORES DE TRÉPANG

aquellos salvajes a caminar por tales suelos sin poner jamás el pie en falso. La única ventaja de aquel sistema de pavimentos consiste en que, sin necesidad de escobas, está siempre limpio de inmundicias.

—¿Y ahora, qué vas a hacer de nosotros?—preguntó el Capitán al jefe, cuando se vió dentro de la estancia junto a sus compañeros.

—El consejo de los ancianos de la tribu decidirá de vuestra suerte—respondió el salvaje—. Si habéis matado a mi hijo, moriréis.

—¡Qué testarudo!—exclamó el Capitán, impaciente.—¡Te he dicho que no somos enemigos tuyos!

—Todos los hombres de tu raza son enemigos míos.

—Otros, sí; nosotros, no.

—Es igual; todos sois lo mismo.

—¡Pero si yo no he visto a tu hijo!

—Lo habrán matado los arfakis, tus aliados.

—¡Eres un canalla!

—Soy Uri-Utanate.

—¡Un pillo!—gritó el Capitán exasperado.

—¡Calla, hombre blanco!

—¡No tengo miedo a los tuyos!

—Más tarde me lo dirás.

—Mira, viejo negro, que tengo en la selva compañeros libres, y si nos tocas a mí o a los míos, quemarán tu aldea.

—Mis guerreros me defenderán.

285