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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

asado, que lanzaba un exquisito olor a nuez moscada; y acabada la comida, se ponían en marcha, pues estaban impacientes por llegar al bosquecillo y reunirse a sus compañeros.

La selva no era tan espesa como antes, aunque abundaban las plantas trepadoras conocidas por los malayos con el nombre de giunta wan (urcola elastica) perteneciente al género de las apocíneas, que producen una especie de goma que se utiliza también como alimento.

Tampoco escaseaban los rotangs (calamus), lianas o bejucos delgados, pero que alcanzan la inverosímil longitud de ochocientos y hasta mil pies. Había, no obstante, en la selva muchos claros que permitían a los náufragos marchar cómodamente.

El papú, verdadero hombre de los bosques, los guiaba sin vacilar un momento, yendo siempre por un camino más o menos recto, pero que infaliblemente debía conducirlos al bosquecillo de nueces moscadas. De vez en cuando miraba al sol para guiarse, y en seguida redoblaba el paso separando las ramas o cortando los bejucos que podían molestar a sus salvadores.

Hacia las tres de la tarde dirigió una larga mirada en torno suyo, y dijo mirando a Van-Horn: —El bosquecillo está allí, detrás de aquel teck.

—¡Ya están bien cerca, señor Cornelio, y oirán un disparo!—gritó el piloto.

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