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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

corriendo durante una hora, internándose cada vez más en la tenebrosa selva.

Detuviéronse a descansar en medio de un matorral de plantas trepadoras.

—¿Crees que nos seguirán tus enemigos?—preguntó Horn al papú.

—Están amedrentados por las armas de fuego—contestó el interpelado.

—¿Y qué has hecho? ¿De dónde vienes? ¿Quién eres?

—Soy un papú del Durga, hijo del jefe Uri-Utanate.

—¡Del río Durga!—exclamó el piloto—. ¡Ah, qué suerte! ¿Está muy lejos tu aldea?

—A dos días de marcha.

—Y ¿por qué te has alejado de ella?

—Porque quería matar a Orango-Arfaki, jefe de los montañeses, enemigo de mi padre y de mi tribu.

—Y ha sido él quien ha estado a punto de matarte a ti.

—¿Qué le estás diciendo?—preguntó Cornelio.

—Os lo explicaré. Debéis saber que cuando dos tribus están en guerra, los más valientes juran matar a los jefes enemigos, y procuran hacérselo saber. Los jefes, advertidos, hacen cuanto pueden por apoderarse de esos juramentados, y los hacen perecer quemados entre espinos resinosos. Es una antigua costumbre de estos pueblos.

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